Tuesday, January 03, 2006

Soñar

Te acercaste lentamente, a lo lejos descubriste mi presencia. Estaba con frío esperando que volviera la primavera. Cada vez más cerca, cada vez más frío, frente a frente, en un pasillo, que al volver los ojos se alargaba, y al mirarte se contraía. Eras envolvente, no podía alejarme, no era yo el que me acercaba sino tu la que caminabas.

Me tomaste del brazo y perdí el equilibrio, caí por horas y te miraba vigilarme desde arriba y abajo. Llegué a tu lado, me sacaste la ropa con tus labios poco a poco, cada ves que tocabas lo hacías con tu boca, me arrancaste un pedazo de piel y lo colgaste junto a tu copa de vino, tu lengua en mi pecho recorrió todo mi corazón, logro encender lo que el frío impedía, yo me retorcía de ganas, estaba sentenciado a muerte, una muerte lenta y graciosa, yo la deseaba. Estabas vestida de la tela más suave y transparente que he conocido, lograba tocar todo y ceñirse perfectamente a tu cintura, pero dejaba todo a la imaginación, el pasillo se hacía pequeño, era una caja en donde ambos podíamos acostarnos perfectamente, y caminar un kilómetro sin separarnos. Al desnudarme me tomaste por la cintura y me diste vuelta, de espaldas a ti. Me tapaste los ojos con tus manos y con tu pubis me empujaste a otra caída, esta vez me tomaste como nunca antes me habías tomado, con rabia y ternura, de pie y corriendo, de noche pero con sol en nuestras cabezas: una oscuridad que nos alumbraba.

Me tomaste la mano y caminamos, sólo eso, pero yo seguía excitado. Sin soltarte me volví a mirarte y estabas con la tela en los hombros, nada la sostenía, empezo a caer, te mostraste pura, cristalina y fuerte, como si pudiera ver tu espalda al mismo tiempo que tus pechos, radiante, con tu lunar a un lado del pezón y tus piernas blancas, con una hermosa curva en tu vientre que terminaba en la cavidad negra de mis deseos, tu labios prestos a recibir mi color, tan despacio y tan seguro. Seguimos caminando, y te tome yo, con ganas, desenfrenado, como si la muerte me persiguiera y fuera mi ultima noche, te rasguñe, te mordí con ternura y deseo, con elegancia y descontrol, no sabía como sacar lo que tenía dentro, te abracé hasta ahogarte, y renaciste en mis brazos, me mordiste hasta que me desangre y resucité en tus labios, así hasta el fin, y en la realidad hasta que desperté, mojado en mi cama, avergonzado por lo que había dejado en las sabanas solitarias, pero contento por haber estado una noche contigo, a lo lejos, en mi corazón, caminando lentamente, apresurado por no dejarte ir y porque te quedaste a mi lado.

1 comment:

Anonymous said...

calenton...elegante...tierno